Un
recluso estadounidense de la prisión del estado de Ohio, de casi 220 kilogramos
de peso, condenado a la pena de muerte, busca posponer su ejecución, alegando
que su obesidad podría alargar su agonía. Ronald Post, de 53 años, condenado a
la muerte por un homicidio cometido hace casi 30 años y encarcelado en una
prisión del estado de Ohio, solicitó que su ejecución, prevista para el próximo
enero, se retrase debido a su obesidad, que podría alargar su agonía tras la
inyección letal, informó este martes un canal local. Este preso quiere que su
ejecución se retrase porque su sobrepeso, su acceso vascular, su tejido
cicatrizado y otros problemas médicos podrían ocasionar una lenta y dolorosa
muerte tras la inyección letal. Además, según sus abogados, la camilla de
ejecución podría no ser capaz de soportar su peso. En el estado de Ohio, la pena
de muerte se ejecuta con una sola dosis de pentobarbital, inyectado normalmente
por los brazos. Según los documentos interpuestos en la corte, el personal
médico ya ha tenido problemas para colocar agujas intravenosas en los brazos de
Post, que pesa unos 217 kilógramos (480 libras). Post ha intentado perder peso,
pero problemas en las rodillas y la espalda dificultan que haga ejercicio. Está
previsto que Post sea ejecutado el 16 de enero del año próximo por el asesinato
a tiros en 1983 de Helen Vantz, una empleada de un hotel en la localidad de
Elyria, en el norte de Ohio. Pena de muerte y sobrepeso En 2007, en una prisión
de Ohio, los verdugos responsables de ejecutar con inyección letal a
Christopher Newton, que pesaba cerca de 120 kilogramos, pasaron dos horas
intentando clavar la aguja de manera correcta al condenado. La obesidad del reo
se consideró la causa de ese retraso, pero, pese a todo, la sentencia se
ejecutó. En 2008, una corte federal rechazó una apelación similar de Richard
Cooey, un preso en el corredor de la muerte, y la sentencia también se aplicó a
pesar de que el individuo pesaba 120 kilógramos y medía 170 centímetros.
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