La masacre mediática y el horror carcelario

 


Por Orlando Pérez

Si la matanza de este año en las cárceles ecuatorianas habría ocurrido en un país del llamado “Eje del Mal” no me cabe la menor duda que el “espanto” mediático global no tendría límite y el escándalo informativo se multiplicaría ad in finitum.

A estas alturas de la historia, ya no cuenta el dolor y el drama que envuelve el asesinato de más de 200 prisioneros en menos de un año, muchos de ellos sin ninguna relación directa con las mafias de los carteles que actúan dentro y fuera de las cárceles. Es más, los testimonios de sus familias indican que algunos estaban por cumplir su pena o condenados por delitos menores y que, en la lógica de un centro carcelario inmundo, no tienen otra opción más que ubicarse en uno de los bandos para sobrevivir o que por su ubicación física les tocó estar del lado de un grupo criminal.
Lo que ahora cuenta es cómo los poderes fácticos re-criminalizan a los presos y cómo justifican su desaparición física. Y cómo hay periodistas caraduras que culpan a “Bruselas, Caracas y La Habana” porque se trataría de un plan de desestabilización contra Guillermo Lasso. Sin descontar algo por demás lamentable: esconden o mienten sobre las verdaderas causas.

Vamos por partes:

1.- ¿Quién deja entrar en una cárcel material bélico, dígase armas de alto calibre, municiones, granadas, además de herramientas para soldar y sellar puertas o romper cerraduras? ¿No es el Estado quien controla el ingreso de cualquier objeto? Y no ingresaron hace muchos meses o el año pasado: varias denuncias de los propios familiares demuestran el cobro de guardias, policías y guías para pasar desde comida hasta armamento, sin dejar de lado lo “rutinario”: droga de todo tipo.

2.- El desmantelamiento de la institucionalidad creada (con presupuesto incluido) para garantizar los derechos humanos y un proceso de rehabilitación de los prisioneros fue acción y obra de Lenín Moreno con el apoyo de la derecha, los medios y quienes ahora gobiernan. El régimen de Lasso no movió un dedo para cambiar esa realidad a pesar de que ya sabía del grave problema al que se enfrentaba al hacerse cargo de la Presidencia y por ende de la crisis carcelaria iniciada en 2019.

3.- El incremento del narcotráfico es notable y las estadísticas nacionales y de EE.UU. lo prueban: más del 500% desde 2018, con un notable índice superior este año. Y casualmente ocurre cuando Ecuador, con Moreno a la cabeza, firmó acuerdos y tratados de colaboración con Washington, implementó estrategias de combate y financió a cuerpos de seguridad para prevenir y atacar el narcotráfico. Es más, el propio Lasso confesó que tuvo nueve reuniones del Consejo de Seguridad, una de ellas al otro día de posesionarse. ¿Nunca detectaron lo que pasaba en las cárceles en ese supremo consejo donde deben estar los delegados de los aparatos de inteligencia?

4.- Con el afán de precautelar al gobierno de Moreno y ahora al de Lasso los principales periódicos, canales de televisión y portales digitales que auspiciaron la candidatura del ex banquero han tergiversado todos los análisis y las causas de fondo de la más grave crisis carcelaria de la historia del Ecuador y la mayor masacre que tiene tintes de un delito de Estado, quizá por omisión o por no tomar las medidas que varios expertos recomendaron. Y esos mismos medios y periodistas -cómplices y acólitos- ahora trasladan a otro lado el blanco de las críticas para evitar la caída de las encuestas de su líder.

5.- Las cárceles del Ecuador (así como la de muchos países) están llenas de pobres y de personas que han recibido de la justicia maltrato u olvido. Casi la mitad de la población carcelaria no cuenta con una sentencia en firme y más del 60% de los detenidos son por delitos con penas menores a 5 años, muchos de ellos con un 60% de su pena cumplida que bien podría optar por otras medidas, como la prisión domiciliaria o uso del grillete electrónico. Los expertos incluso sugieren un indulto para bajar el hacinamiento que ya supera el 40% de la capacidad de la infraestructura implementada en el gobierno de Rafael Correa.

Y si estos cinco aspectos se debatieran de uno en uno en los medios, al menos tendríamos mejores elementos para la toma de decisiones, pero también para bajar la carga estigmatizadora creada por los “líderes de opinión” que han construido el “sentido común” de que el mejor preso es el que está muerto y que si se matan entre ellos mucho mejor porque se aliviana la carga del Estado para “dar de comer a tanto delincuente”.
Ecuador vive con las masacres en las cárceles dos procesos en marcha:

1.- El incremento sostenido de la inseguridad y la incertidumbre (con las consabidas consecuencias para legitimar cualquier tipo de represión ante cualquier protesta o connato de rebeldía).

2.- La naturalización del exterminio de seres humanos considerados parias de la sociedad, sin atacar las causas de fondo del hacinamiento, la lucha despiadada de los carteles de la droga y la justicia “injusta” con muchos seres humanos que están presos porque se normalizó la prisión preventiva, cuando todos los manuales, doctrinas y normas la colocan como de última ratio.

Y mientras tanto la concupiscencia oficial con los medios y viceversa insistirá, tras 4 años fuera del poder, que todo es culpa de Correa.

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