Miroslav Tichý, era considerado en su país natal como el típico vagabundo loco e inofensivo que caminaba las calles con una cámara realizada con latas de conservas, cartón, tubos de papel higiénico y brea. Sin pensarlo, sus imágenes llegaron a museos y galerías de importantes ciudades como Berlín, Zurich y New York, y éstas alcanzaron un valor entre 4.000 y 8.000 euros. Su definición de “loco” lo llevó a aislarse de la represora sociedad comunista en aquel entonces en su país, la misma que pagó por él una quincena de años de inclusiones en cárceles y hospitales psiquiátricos. A pesar de su gran éxito, continuó viviendo en su soledad.
Nació en 1926 donde se podría haber convertido en uno de los principales pintores del estilo modernista del régimen comunista. Le apasionaba la pintura y había sido aceptado en la Academia de Bellas Artes de Praga; pero tras la llegada al poder de los comunistas en 1948, cambió el rumbo de la vida de Tichý quien fue rápidamente identificado como un rebelde por el régimen opresivo, y comenzaron los intentos de “normalizarlo”, con todo lo que ello implicaba.